jueves, abril 04, 2013

Harvard Shake

El otro día, mientras jugueteaba indolente con el mando a distancia, con el alma llena de desprecio y rencor hacia la humanidad toda, tuve una visión que me reconfortó.

El lugar es amplio, una habitación rectangular, alargada y con el techo alto. En medio hay una tarima de forma circular. Focos intermitentes de colores, destellos LED y fogonazos de luz estroboscópica. Es la pista de baile de una discoteca sin duda.

Una multitud de jovenzuelos se agita de forma convulsa en cada rincón de la escena. Sudorosos, sus rostros se retuercen en muecas grotescas, babeantes,  que reflejan el éxtasis de la molicie y el triunfo de la estupidez sincopada (o también: "la peña on fire to loka pq el Dj sta q lo parte", en la lengua de Mordor).

 Sin embargo...   ¡Oh! ...la música no armoniza en absoluto con el cuadro de cuerpos que se contorsionan como idiotas. Suena una pieza elegante que podría ser... las El verano de las 4 estaciones de Vivaldi, por ejemplo.

He escogido este vídeo porque el resto eran enlaces insoportables de flores y pajarillos silvestres. Y porque la solista rubia está medio buena, todo sea dicho.

Algo más desentona justo en el centro de la escena: un tipo con gafas sostiene un libro grueso sentado en la tarima con las piernas cruzadas. Ajeno al caos que le rodea, su figura rebosa paz y serenidad, y por contraste, parece totalmente inmóvil, aunque de vez en cuando pasa una página y ladea la cabeza complacido. Misteriosamente, el resto de anormales respeta su espacio formando una burbuja que no pueden traspasar el frenesí de caderas, senos oscilantes, espumarajos etílicos y efluvios corporales de toda índole.

La pieza avanza hasta acercarse al segundo movimiento (min. 8:24), donde con súbita furia, los violines despiertan de su letargo. Justo en ese instante la escena se trastoca por competo: lo que había sido apenas un segundo antes un convulso coro de bacantes, aparece ahora transformado en una moderna versión de "La escuela de Atenas".








Sigue siendo la pista de baile, pero los mismos jóvenes de antes aparecen ahora ataviados como unos auténticos bohemios y parisiennes: jerseys de lana con coderas, boinas negras, pantalones de pana, gruesas gafas de pasta, bufandas sobre los hombros. En el ambiente flota ahora una agradable niebla de humo de pipa y café recién hecho. Aquí vemos a una pareja jugando una partida de ajedrez, allí una mujer reflexiona sentada con la mano en el mentón, más lejos otro joven anota unos versos en un cuaderno. A un lado, un grupo de sostiene un interesante debate político, todos escuchan atentos y sopesan las palabras del que acaba de hablar acariciándose el mentón. Al fondo, una joven resuelve una compleja ecuación matemática que llena la pared hasta el techo mientras otros asienten dando muestras de entenderlo todo.

 Etcétera.

Todos ahora forman un elegante coro de intelectuales que se dedican al cultivo de las ciencias y las artes, al uso civilizado de la palabra, a la reflexión pausada que busca la elevación del Hombre por encima de su naturaleza animal. El joven lector no desentona ahora y aparece en el centro contemplando la escena doblemente complacido por tan agradable compañía.

Aaaaaaah... he saboreado la visión unos minutos, paladeando la perversión que supone el exceso cultural en un templo dedicado al perreo y el alcohol de garrafón. "¡Mi venganza está completa!", he dicho en tono solemne.

Y entonces, me he dado un poco de asquito, y he puesto una peli de zombies deliciosamente violenta y estúpida.




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