miércoles, abril 02, 2014

LOS GLOBOS DE ORO



Hace tiempo que quiero escribir algo sobre el feminismo, pero mira tú por dónde las musas (quizá intuyendo una diatriba que las ofenda en su feminidad) me rehúyen y me niegan su divino aliento.

Por este y otros motivos que ahora sería harto engorroso exponer (y sobre todo, porque me sale del nabo), he decidido dedicarle esta nueva entrada a un tema que me apasiona como aficionado a la teoría de la comunicación y la semiótica.



Sí amigos, hoy hablaré de LA REDUNDANCIA DEL MENSAJE.

 La redundancia es una cualidad de los mensajes que consiste en repetir información que ya se ha dicho y por lo tanto no aporta nada nuevo. Normalmente denota torpeza, falta de ideas y la necesidad perentoria de rellenar la hoja en blanco. Por ejemplo:

          La soledad es un sentimiento solitario que uno siente cuando se encuentra solo.



¡Bien por Salma!

También se utiliza para intensificar y/o subrayar una información a fin de evitar interpretaciones erróneas. O simplemente para machacar nuestras neuronas con el objeto de aturdirnos y vendernos algo, como sucede a menudo en publicidad ("el limpiador que lo limpia todo" o "las mata bien muertas")


A veces la gente habla de la noche de Nochebuena, los hermanos Fratelli, personas humanas, cállate la boca, sube para arriba, y muchas otras que te hacen añorar esas películas del Oeste en las que los diálogos se desarrollan a base de monosílabos y frases incompletas.

- ...Joe? 
- Pete...
- ¿Un trago?
- Cómo no.

¡Elegancia!¡Economía del lenguaje!

Pero a veces, de forma inesperada el universo se alinea y la redundancia aparece de forma espontánea y te arranca una sonrisa. Te encuentras un técnico forestal que se apellida Bosque, o una empresa de reclamación de impagados que se llama "Cobra".







... y de cuando en cuando, amigos, la redundancia nos ofrece joyas como estas para regocijo de... los amantes de la simetría poética:



Hendricks: buena ginebra, mejores tetas.

Quién necesita  musas griegas...